CABELLOS ONDULADOS



Hay una señorita de cabellos ondulados
que acostumbra girar en mis molinos de café.
La he visto haciéndose de los anchos
y de los altos frutos marcados por sus pies.

Soy para amarla: No la he visto para sexo.
Tengo la manía de echar las manos
en otras que escasamente encuentro:
chamuscadas, sin corazón, en desamparo.

(Y para quienes sostienen la lujuria
como carácter de hombría o de superhombre,
perdónenme; pero mi naturaleza no es tan sucia.
Muy por el contrario: eso, no es de hombres.)

Mujeres... ¡habiendo muchas son pocas!
Y solo una parece haberse quedado conmigo.
Pero no atiende a mis ojeras ni le hago sombra,
a veces le pico los oídos, pero soy un amigo.

Llevado por lo que es simple de entender:
Me sale del corazón alzar esperanzas
ante esa joven que me mira con extrañes,
mientras yo callo, calla, y seguimos la marcha.

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