En el fondo, y no tan dentro, te debo 
un favor en vez de un desprecio.
Aunque no puedo fingir que estoy molesto,
es mejor callarme y juzgarte en silencio. 

Viéndote con más detenimiento: creo que sí,
hacerle eternidades a quien no me piensa
es como construirle un mundo feliz
a una cara desconsoladamente muerta.

Tu cuerpo, que debería ser un templo,
- por respeto a toda mujer de principios - 
es amiga cariñosa, comadre de sus puercos,
y según veo: aún amistosa para estos mismos.

Vaya sentido del amor; ni siquiera eres egoísta.
Creo que te agotas por seguir un farol,
o un globo de la mano con una sonrisa,
ni te alzas a los montes, ni a las estrellas como yo.

Hay ocasiones donde por error pienso
que Dios debería hacer que fluya
a montones tus clementes sentimientos;
para que así, entonces, vayas en mi busca.