Voy débil alejándome como polvo en la escoba.
El tiempo ignora y falta poco para ser de humo,
y es normal que se entienda a la broma
si se dice no amar para no sentirse desnudo.

Duramente he criticado a Dios por enamorarme,
pero esto va sobrepasando los tejados,
esta llegando a las estrellas para colgarse
hincando en el centro igual que los dardos.

Pero, ¡qué más da! Si me hago daño
¡qué más da!... Déjame bailar a solas, 
pues en mi universo te levanto en brazos
para que me acaricie hasta tu sombra.

No me detengas ahora, ahora que soy feliz,
soy feliz por enredarme entre los delirios,
donde amar nunca se desamará infeliz
ni habrán finales porque es principio.




El día que me quieras, tenlo por seguro
que si aún no te he olvidado,
las ansías de amarte se verán en apuros
por más que nuestro encuentro sea lejano.

El día que me quieras, todo lo más bello 
quedará en mi alma para compartir con la tuya
y me verás, y te veré, entre los destellos
cuando me cante tu nombre la luna.

Rebotará el tiempo positivamente
y sus exhalaciones serán frutos sensitivos;
conspirará entonces un para siempre:
enamorarse otra vez; esta vez, correspondido.

Corresponde esperar cuando se ama
y cuando la pasión no la opaca,
porque si es amor, ni la distancia separa
los fuertes lazos que aún no se atan.

El día que me quieras, habrás sabido
que el amor es lento, pero rápido en su obrar;
y yo, sonriendo al nuevo brillo, 
desearé que sea mío el de nunca acabar.